miércoles, 22 de diciembre de 2010
Wall esta limpio, fresco. El ventilador tira aire, también fresco. Me bardean a la platónica nueva... Wall sale corriendo y tira el agua. Toooodo va tomando sentido.
Como es que toma sentido?
toma sentido, o lo imaginamos?
alguna vez nos daremos cuenta de si toma sentido?
quizás su sentido dependa de quen lo mire
quizás no tenga ningún sentido
nunca lo sabremos
jueves, 8 de abril de 2010
La construcción de una Argentina sobre las cenizas de otra
La llamada Noche de los Museos, permitió a los visitantes la entrada gratuita a muchos de los museos de la ciudad, entre ellos, el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti. Su visita, altamente recomendable, permite al visitante comprender un poco más el proceso de creación de éste país.
El Museo Etnográfico esta ubicado en el barrio de Monserrat, sobre la calle Moreno. Se trata de un edificio hermoso, de estilo italianizante, obra del arquitecto franco-argentino Pedro Benoit, a finales del siglo XIX. En su interior pueden observarse colecciones arqueológicas, etnográficas y antropológicas de altísimo valor cultural, centradas principalmente en las poblaciones aborígenes del actual territorio argentino y otras áreas del continente.
Su piso superior está dedicado a las culturas incaicas y pre-incaicas del noroeste del país. El visitante contemplará, desde telares típicos del altiplano, hasta armaduras
de guerreros andinos con sus hachas de batalla, o la hermosa orfebrería que esas culturas fueron capaces de desarrollar antes de la llegada de los españoles. También podrá ver sus ritos funerarios, y sus sistemas de administración político/religiosos. Curiosamente, es posible que descubra algunas similitudes en la manera en que los “Curucas” ( señores feudales andinos) dominaban a sus súbditos, desde sus elevadas fortalezas o “Pucarás”, y la que usarían los europeos para el mismo fin, unos pocos siglos después. Tal vez ese sea el motivo por el cual, como describe el propio museo, los españoles terminaron absorbiendo y asimilando a determinados elementos de la nobleza incaica. Otros parecidos, mas esperables, pueden encontrarse en las numerosas ( y muy elaboradas) vasijas, tejidos, pipas y demás elementos artísticos, y aquellos producidos hoy artesanalmente para el consumo turístico en las provincias del norte argentino, tal vez una muestra más de cómo las culturas conquistadas dan rédito a sus conquistadores.
Pero el mayor impacto lo recibe el visitante al recorrer el piso inferior, donde se exhiben las muestras relacionadas con los pueblos pampeanos y patagónicos. Estas muestras son mucho mas recientes en el tiempo, pues esas tribus fueron conquistadas posteriormente a las del altiplano, y no por los españoles, sino en gran medida, por los argentinos. En diferentes salas, se describe la organización social y política de los pampas, mapuches y otros pueblos, y se da una idea de la enorme extensión geográfica que llegaron a alcanzar sin constituir en cambio ( al contrario que los pueblos del noroeste) una unidad política. Pueden verse los efectos que el contacto con el hombre blanco fue teniendo en esas culturas, como las flechas de los Onas ( un pueblo de Tierra del Fuego), muchas de las cuales tienen puntas de vidrio procedentes de botellas y ventanas de los “blancos”. Finalmente, se exponen en conjunto en una gran sala, los elementos utilizados por los colonos y pastores europeos ( principalmente ingleses) de finales del siglo XIX, junto con aquellos de las últimas tribus sobrevivientes en la Patagonia. Pueden contemplarse prendas aborígenes confeccionadas “al estilo europeo” o artículos producidos explícitamente para venderlos a los colonos. En el medio de la sala se expone una enorme canoa fueguina, de mas de 5 metros de extensión, y parece ridícula o trágica la comparación con su pequeña réplica, de unos 30 centímetros, fabricada como juguete para los europeos. Del otro lado de la habitación, se exponen las herramientas del blanco para colonizar: cámaras fotográficas e instrumentos para estudiar, libros y escritos para educar ( destaca particularmente una Biblia inglesa, impresa en Londres), y fusiles y revólveres para “protegerse”. Se cuentan las discusiones filosóficas de los europeos acerca de la manera mas “humana” de deshacerse de los indios, y pueden leerse historias como la de un cacique que fue llevado a Buenos Aires por ser “bueno” solo para volverse rebelde al volver a Tierra del Fuego y descubrir que su esposa había sido raptada por un cabo del ejército. Por supuesto, su destino fue la muerte a manos de los blancos. Hay una poesía escrita por Klepja, chamán de los Onas. Dice “ Estoy aquí cantando, el viento me lleva, estoy siguiendo las pisadas de los que se fueron…yo entro en la casa de la gran cordillera del cielo. Los del Infinito me han hablado”.
Klepja ( mas conocida como “Lola”) murió en 1966. Fue la última chamán de su pueblo, y la última capaz de hablar su idioma. La última parte del museo está dedicada a colecciones donadas o recolectadas de todas partes del mundo. Hay un bellísimo altar budista recubierto de oro, máscaras y trajes de los indígenas del amazonas, vasijas greco/micénicas y hasta una armadura samurai. Fueron recolectadas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en una Argentina económicamente pujante que aspiraba a poseer museos “a la europea” , una nación “civilizada” que quería contemplar los tesoros obtenidos en esos “lugares remotos y atrasados” de los que, se diera cuenta o no, todavía formaba ( y aún forma) parte. El mismo Dr. Ambrosetti, fundador y primer director del museo que lleva su nombre, fue un exponente típico de la élite político-intelectual de aquellos tiempos. Un entusiasta antropólogo y lingüista autodidacta, yerno de Florentino Ameghino, que recibió su título “Honoris Causa” de la UBA solo al final de su vida. Dedicó su tiempo libre al estudio de las culturas que su misma clase social estaba ayudando a destruir. Una frase de Hernán Vidal, impresa en una pared del museo, describe esto perfectamente: “Curiosa paradoja la de Occidente, que no puede conocer sin poseer, ni poseer sin destruir”.
El Museo Etnográfico esta ubicado en el barrio de Monserrat, sobre la calle Moreno. Se trata de un edificio hermoso, de estilo italianizante, obra del arquitecto franco-argentino Pedro Benoit, a finales del siglo XIX. En su interior pueden observarse colecciones arqueológicas, etnográficas y antropológicas de altísimo valor cultural, centradas principalmente en las poblaciones aborígenes del actual territorio argentino y otras áreas del continente.
Su piso superior está dedicado a las culturas incaicas y pre-incaicas del noroeste del país. El visitante contemplará, desde telares típicos del altiplano, hasta armaduras
de guerreros andinos con sus hachas de batalla, o la hermosa orfebrería que esas culturas fueron capaces de desarrollar antes de la llegada de los españoles. También podrá ver sus ritos funerarios, y sus sistemas de administración político/religiosos. Curiosamente, es posible que descubra algunas similitudes en la manera en que los “Curucas” ( señores feudales andinos) dominaban a sus súbditos, desde sus elevadas fortalezas o “Pucarás”, y la que usarían los europeos para el mismo fin, unos pocos siglos después. Tal vez ese sea el motivo por el cual, como describe el propio museo, los españoles terminaron absorbiendo y asimilando a determinados elementos de la nobleza incaica. Otros parecidos, mas esperables, pueden encontrarse en las numerosas ( y muy elaboradas) vasijas, tejidos, pipas y demás elementos artísticos, y aquellos producidos hoy artesanalmente para el consumo turístico en las provincias del norte argentino, tal vez una muestra más de cómo las culturas conquistadas dan rédito a sus conquistadores.
Pero el mayor impacto lo recibe el visitante al recorrer el piso inferior, donde se exhiben las muestras relacionadas con los pueblos pampeanos y patagónicos. Estas muestras son mucho mas recientes en el tiempo, pues esas tribus fueron conquistadas posteriormente a las del altiplano, y no por los españoles, sino en gran medida, por los argentinos. En diferentes salas, se describe la organización social y política de los pampas, mapuches y otros pueblos, y se da una idea de la enorme extensión geográfica que llegaron a alcanzar sin constituir en cambio ( al contrario que los pueblos del noroeste) una unidad política. Pueden verse los efectos que el contacto con el hombre blanco fue teniendo en esas culturas, como las flechas de los Onas ( un pueblo de Tierra del Fuego), muchas de las cuales tienen puntas de vidrio procedentes de botellas y ventanas de los “blancos”. Finalmente, se exponen en conjunto en una gran sala, los elementos utilizados por los colonos y pastores europeos ( principalmente ingleses) de finales del siglo XIX, junto con aquellos de las últimas tribus sobrevivientes en la Patagonia. Pueden contemplarse prendas aborígenes confeccionadas “al estilo europeo” o artículos producidos explícitamente para venderlos a los colonos. En el medio de la sala se expone una enorme canoa fueguina, de mas de 5 metros de extensión, y parece ridícula o trágica la comparación con su pequeña réplica, de unos 30 centímetros, fabricada como juguete para los europeos. Del otro lado de la habitación, se exponen las herramientas del blanco para colonizar: cámaras fotográficas e instrumentos para estudiar, libros y escritos para educar ( destaca particularmente una Biblia inglesa, impresa en Londres), y fusiles y revólveres para “protegerse”. Se cuentan las discusiones filosóficas de los europeos acerca de la manera mas “humana” de deshacerse de los indios, y pueden leerse historias como la de un cacique que fue llevado a Buenos Aires por ser “bueno” solo para volverse rebelde al volver a Tierra del Fuego y descubrir que su esposa había sido raptada por un cabo del ejército. Por supuesto, su destino fue la muerte a manos de los blancos. Hay una poesía escrita por Klepja, chamán de los Onas. Dice “ Estoy aquí cantando, el viento me lleva, estoy siguiendo las pisadas de los que se fueron…yo entro en la casa de la gran cordillera del cielo. Los del Infinito me han hablado”.
Klepja ( mas conocida como “Lola”) murió en 1966. Fue la última chamán de su pueblo, y la última capaz de hablar su idioma. La última parte del museo está dedicada a colecciones donadas o recolectadas de todas partes del mundo. Hay un bellísimo altar budista recubierto de oro, máscaras y trajes de los indígenas del amazonas, vasijas greco/micénicas y hasta una armadura samurai. Fueron recolectadas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en una Argentina económicamente pujante que aspiraba a poseer museos “a la europea” , una nación “civilizada” que quería contemplar los tesoros obtenidos en esos “lugares remotos y atrasados” de los que, se diera cuenta o no, todavía formaba ( y aún forma) parte. El mismo Dr. Ambrosetti, fundador y primer director del museo que lleva su nombre, fue un exponente típico de la élite político-intelectual de aquellos tiempos. Un entusiasta antropólogo y lingüista autodidacta, yerno de Florentino Ameghino, que recibió su título “Honoris Causa” de la UBA solo al final de su vida. Dedicó su tiempo libre al estudio de las culturas que su misma clase social estaba ayudando a destruir. Una frase de Hernán Vidal, impresa en una pared del museo, describe esto perfectamente: “Curiosa paradoja la de Occidente, que no puede conocer sin poseer, ni poseer sin destruir”.
Graznan los cuervos...( nota TEA)
Y graznan los cuervos de mal aguero...
A finales del 2008, a raíz del conflicto con el Campo y la crisis financiera internacional, economistas como Guillermo Mondino, Claudio Loser o Miguel Angel Broda pronosticaban un virtual regreso al desastre del 2002. Preveían una Argentina en recesión total, recayendo en el default y aislada del crédito, sin consumo interno y con una fuga de capitales que ninguna reserva podría detener. En este panorama de catástrofe, pararía la industria, se perderían más de 300.000 empleos y el dólar bordearía los 5 pesos. Un año después, y pese a que la crisis golpeó duramente el país, no se produjo la debacle: Argentina pagó sus deudas, el dólar se mantiene alrededor de los 3,80 pesos, y se recibieron créditos por parte del FMI, el Banco Mundial y otras organizaciones por valores cercanos a los U$$ 6000 millones, mientras el Banco Central se las arregló bastante bien para controlar la fuga de divisas. Y si bien la actividad industrial sufrió un cierto retroceso y el desempleo aumentó considerablemente (del 7,8 al 9,1 por ciento desde septiembre del 2008), las cifras fueron menores de lo esperado, y el PIB neto termino incluso creciendo moderadamente, en el orden del 3 por ciento. De hecho, el consumo interno aumentó un 1,8 por ciento, y se espera una reactivación económica más general para el 2010, en concordancia con el crecimiento de Brasil y las primeras luces de recuperación de los países desarrollados. Una esperada remontada que reconocen incluso los mismos economistas neoliberales, hoy opositores al gobierno, pronosticando un crecimiento de entre 2 y 4 por ciento para el 2010.
Estos economistas, hombres como Daniel Artana, José Luis Espert, el ya nombrado Broda y muchos más, se lavan las manos respecto a sus fallidas predicciones del año pasado. No es la primera vez que lo hacen. Se trata de los mismos “profetas” que predijeron en el 2002 un dólar a 20 pesos o una nueva hiperinflación. Y que luego, cuando no sucedió, calificaron al crecimiento pos-crisis como un breve Veranito que duraría pocos meses. Por dar solamente algunos ejemplos. El fracaso de una predicción económica no es sorprendente, pues al fin y al cabo la economía no es una ciencia exacta. Pero cuando los fantasmas apocalípticos se repiten año tras año sin concretarse, o hay ineptitud, o mala leche. Entonces: ¿Dónde reside su credibilidad?
Ellos mismos tienen una explicación a sus metidas de pata: Para estos economistas, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y el Gobierno manipulan las cifras, y los indicadores “reales” estarían mucho más cerca de sus augurios de finales del año pasado. El argumento de la manipulación de cifras tiene bases reales, ya que el manejo gubernamental del INDEC dejó bastante que desear en cuanto a prolijidad y transparencia. Pero si las cifras dadas por el organismo fueran tan distintas de las reales, las consecuencias, cabe esperarse, serían mucho más evidentes. Y muchos de los supuestos “dibujos” de cifras ya han sido refutados por el INDEC. Un ejemplo es la supuesta distorsión en el índice de desempleo del INDEC denunciada en el diario Clarín del pasado 24/11 por la Sociedad de Estudios Laborales (SEL) que preside el economista Ernesto Kritz, otro “alarmista” histórico, para el cual el desempleo real se ubicaría en el orden del 10 por ciento. Según Kritz, el INDEC habría cambiado el método de medición para que el índice fuera menor al real. El INDEC replicó ese mismo día con un comunicado, negando totalmente que la metodología hubiese cambiado, y atribuyendo la versión a consultoras privadas malintencionadas. Conociendo los antecedentes de Kritz - quién a finales del 2008 auguraba un dólar a 4,90 pesos para este año-, su versión puede tomarse con pinzas, especialmente porque la metodología de medición del SEL, como la de muchas otras consultoras privadas, es desconocida. Podrían nombrarse otros ejemplos similares.
No solo predicciones fallidas repiten estos pájaros de mal agüero, sino también supuestos salvavidas: Conseguir crédito de los organismos internacionales, reducir el gasto público, aumentar la inversión extranjera y devaluar “para no perder competitividad”. Las tres primeras se aplicaron a rajatabla durante la década del 90. Considerando como terminó esa aventura, el Gobierno tal vez debería reconsiderar, por ejemplo, su intención de reingresar a la línea de crédito del FMI. Por otra parte, devaluar es un arma de doble filo, porque comúnmente, a la primera señal de un peso débil, muchos salen a comprar divisas fuertes, dándoles a los agoreros económicos el poder de auto-cumplir sus propias profecías y causar depreciaciones reales.
¿Por que se niegan estos economistas a reformular sus discursos? Tal vez el hecho de que sus consultoras sean financiadas en muchos casos por quienes también financian los multimedios que emiten sus pronósticos, de algunas pistas y permita dudar de la imparcialidad de su análisis.
Ernesto Castillo
A finales del 2008, a raíz del conflicto con el Campo y la crisis financiera internacional, economistas como Guillermo Mondino, Claudio Loser o Miguel Angel Broda pronosticaban un virtual regreso al desastre del 2002. Preveían una Argentina en recesión total, recayendo en el default y aislada del crédito, sin consumo interno y con una fuga de capitales que ninguna reserva podría detener. En este panorama de catástrofe, pararía la industria, se perderían más de 300.000 empleos y el dólar bordearía los 5 pesos. Un año después, y pese a que la crisis golpeó duramente el país, no se produjo la debacle: Argentina pagó sus deudas, el dólar se mantiene alrededor de los 3,80 pesos, y se recibieron créditos por parte del FMI, el Banco Mundial y otras organizaciones por valores cercanos a los U$$ 6000 millones, mientras el Banco Central se las arregló bastante bien para controlar la fuga de divisas. Y si bien la actividad industrial sufrió un cierto retroceso y el desempleo aumentó considerablemente (del 7,8 al 9,1 por ciento desde septiembre del 2008), las cifras fueron menores de lo esperado, y el PIB neto termino incluso creciendo moderadamente, en el orden del 3 por ciento. De hecho, el consumo interno aumentó un 1,8 por ciento, y se espera una reactivación económica más general para el 2010, en concordancia con el crecimiento de Brasil y las primeras luces de recuperación de los países desarrollados. Una esperada remontada que reconocen incluso los mismos economistas neoliberales, hoy opositores al gobierno, pronosticando un crecimiento de entre 2 y 4 por ciento para el 2010.
Estos economistas, hombres como Daniel Artana, José Luis Espert, el ya nombrado Broda y muchos más, se lavan las manos respecto a sus fallidas predicciones del año pasado. No es la primera vez que lo hacen. Se trata de los mismos “profetas” que predijeron en el 2002 un dólar a 20 pesos o una nueva hiperinflación. Y que luego, cuando no sucedió, calificaron al crecimiento pos-crisis como un breve Veranito que duraría pocos meses. Por dar solamente algunos ejemplos. El fracaso de una predicción económica no es sorprendente, pues al fin y al cabo la economía no es una ciencia exacta. Pero cuando los fantasmas apocalípticos se repiten año tras año sin concretarse, o hay ineptitud, o mala leche. Entonces: ¿Dónde reside su credibilidad?
Ellos mismos tienen una explicación a sus metidas de pata: Para estos economistas, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y el Gobierno manipulan las cifras, y los indicadores “reales” estarían mucho más cerca de sus augurios de finales del año pasado. El argumento de la manipulación de cifras tiene bases reales, ya que el manejo gubernamental del INDEC dejó bastante que desear en cuanto a prolijidad y transparencia. Pero si las cifras dadas por el organismo fueran tan distintas de las reales, las consecuencias, cabe esperarse, serían mucho más evidentes. Y muchos de los supuestos “dibujos” de cifras ya han sido refutados por el INDEC. Un ejemplo es la supuesta distorsión en el índice de desempleo del INDEC denunciada en el diario Clarín del pasado 24/11 por la Sociedad de Estudios Laborales (SEL) que preside el economista Ernesto Kritz, otro “alarmista” histórico, para el cual el desempleo real se ubicaría en el orden del 10 por ciento. Según Kritz, el INDEC habría cambiado el método de medición para que el índice fuera menor al real. El INDEC replicó ese mismo día con un comunicado, negando totalmente que la metodología hubiese cambiado, y atribuyendo la versión a consultoras privadas malintencionadas. Conociendo los antecedentes de Kritz - quién a finales del 2008 auguraba un dólar a 4,90 pesos para este año-, su versión puede tomarse con pinzas, especialmente porque la metodología de medición del SEL, como la de muchas otras consultoras privadas, es desconocida. Podrían nombrarse otros ejemplos similares.
No solo predicciones fallidas repiten estos pájaros de mal agüero, sino también supuestos salvavidas: Conseguir crédito de los organismos internacionales, reducir el gasto público, aumentar la inversión extranjera y devaluar “para no perder competitividad”. Las tres primeras se aplicaron a rajatabla durante la década del 90. Considerando como terminó esa aventura, el Gobierno tal vez debería reconsiderar, por ejemplo, su intención de reingresar a la línea de crédito del FMI. Por otra parte, devaluar es un arma de doble filo, porque comúnmente, a la primera señal de un peso débil, muchos salen a comprar divisas fuertes, dándoles a los agoreros económicos el poder de auto-cumplir sus propias profecías y causar depreciaciones reales.
¿Por que se niegan estos economistas a reformular sus discursos? Tal vez el hecho de que sus consultoras sean financiadas en muchos casos por quienes también financian los multimedios que emiten sus pronósticos, de algunas pistas y permita dudar de la imparcialidad de su análisis.
Ernesto Castillo
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